Colegio de Educación Profesional Técnica del Estado de
Puebla
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Modelo
Académico de Calidad para la Competitividad
Módulo: Contextualización de fenómenos
sociales, políticos y económicos. COFE-02
Actividades
46 al 55: Fenómenos sociales,
políticos y económicos de globalización en el mundo actual
Actividad
46. Análisis de texto escrito.
Instrucciones:
Realizar la lectura: Interpretación
del nuevo orden mundial y hegemonía estadounidense. Identificar las ideas principales
Ramirez, 2009) Páginas 249- 256.
Interpretación
del nuevo orden mundial y la hegemonía estadounidense
Estados
Unidos se convirtió en la única potencia mundial después de la desaparición del
mundo bipolar. El fin de ese mundo estuvo marcado por el cese del conflicto
político-ideológico Este-Oeste entre la Unión Soviética y Estados Unidos,
después de la desaparición de la URSS, y por el colapso del socialismo real,
que tuvo como inicio significativo la caída del Muro de Berlín, que dividía
Alemania en dos. Esta nueva hegemonía no significó el fin de los conflictos
bélicos que habían caracterizado la época anterior. Por el contrario, se
produjeron constantes enfrentamientos que permitieron asentar la supremacía
política y comercial de Estados Unidos. Sin embargo, análisis recientes de la
situación mundial han señalado la crisis cada vez más fuerte de Estados Unidos,
que está dando paso a una hegemonía multilateral, con nuevos países emergentes.
La caída
del estatismo soviético y consolidación del capitalismo
A su caída,
la urss era una potencia militar y la tercera economía del mundo; sin embargo,
su desarrollo se había estancado desde inicios de los años ochenta, entre otras
cosas, por la incapacidad estatal de promover la transición del país a la era
de la información. La Unión Soviética perdió la posibilidad de incorporarse a
las revoluciones tecnológicas de la información a mediados de los setenta,
mientras que las economías de los países occidentales centraron su desarrollo
en ellas. Se creó así una brecha tecnológica entre el bloque socialista y las
economías occidentales.
La
supremacía del imperio estadounidense
La caída de
la Unión Soviética dejó a Estados Unidos sin un contrapeso en el escenario
mundial, lo que le permitió consolidarse como la primera potencia militar con
intereses financieros, industriales y comerciales en diversas partes del mundo.
Desde esta posición el gobierno estadounidense ha buscado ejercer protectorados
militares en regiones estratégicas para la economía capitalista. Las políticas
estadounidenses deciden, de manera unilateral, cuándo y cómo intervenir en
cualquier nación, ante trastornos políticos, religiosos o sociales, con el
objetivo de asegurar el comercio y los intereses financieros de las empresas
que ese país representa.
En este
programa de supremacía global, el presupuesto militar continúa siendo
fundamental, a tal grado que no ha sufrido grandes cambios, no obstante el fin
de la Guerra Fría.
La idea de
la supremacía norteamericana fue expresada por Les Aspin, secretario de Estado
en la administración de Bill Clinton, quien declaró que Estados Unidos debe ser
la única nación del mundo que mantiene.
Durante los
últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, la política internacional de
Estados Unidos ha debilitado la influencia de los organismos e instituciones
internacionales, que habían sido fuentes de derecho para las relaciones entre
Estados. La ONU, por ejemplo, ha sido incapaz de contener las acciones
intervencionistas de Estados Unidos en distintas partes del mundo.
En el caso
de los derechos humanos, el gobierno estadounidense se ha negado a reconocer
las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la
situación de los presos que Estados Unidos tiene en Guantánamo, con el
argumento de que son “enemigos de la democracia y de la libertad”. El gobierno
estadounidense tampoco ha reconocido el estatus de la Corte Internacional de la
Haya para juzgar a criminales de guerra.
La política
estadounidense posterior a la desintegración del socialismo real, fue iniciada
bajo el régimen del presidente George Bush, padre. En enero de 1991, este
personaje declaró, mientras sus aviones bombardeaban Bagdad y Basora, que
Estados Unidos lideraría “un nuevo orden mundial en el que diversas naciones se
unirían en una causa común para lograr las aspiraciones universales de la
humanidad: paz y seguridad, libertad y el imperio de la ley”.
Estados
Unidos logró, por un tiempo, ejercer la supremacía en la economía mundial,
convirtiéndose en el capital dominante en las finanzas, en la farmacéutica y en
la biotecnología, así como en las tecnologías de la información y en el
comercio; es decir, en los sectores más importantes de la “nueva economía”.
Conflictos
bélicos después de la desintegración del socialismo
La
desaparición de la Unión Soviética y, con ella, la reestructuración de un mundo
bajo la hegemonía de Estados Unidos no significó el fin de los conflictos
bélicos. Por el contrario, muchas de las tensiones manifiestas durante la
Guerra Fría han cobrado nueva fuerza y provocado fuertes conflagraciones.
La
guerra del golfo Pérsico
La
existencia de reservas de petróleo y gas en Medio Oriente han convertido esta
región en estratégica para Estados Unidos, sobre todo desde los años setenta,
cuando la economía estadounidense empezó a depender en mayor medida de la
producción petrolera generada en esta zona.
En el caso
del conflicto bélico entre Irán e Irak (1981- 1988), Estados Unidos apoyó al
gobierno de Sadam Hussein para frenar la expansión del fundamentalismo islámico
iraní, que ponía en peligro la estabilidad política de la zona y, por
consiguiente, su acceso a la producción petrolera de Arabia Saudita. En 1989,
la administración de George H.W. Bush otorgó créditos al régimen iraquí por mil
millones de dólares. La justificación fue que Irak era muy importante para los
intereses de estadounidenses en el Medio Oriente, pues podía influir en el
proceso de paz con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP);
además, Irak ofrecía grandes oportunidades de negocios a las compañías
estadounidenses.
El
conflicto de los Balcanes
La
desintegración de Yugoslavia se inició con la independencia de naciones como
Croacia y Eslovenia, en 1991. Estos movimientos fueron apoyados por los países
católicos europeos y por el Vaticano. Una vez independizada, Croacia comenzó a
desarrollar su fuerza militar, logrando igualar en poco tiempo al ejército
yugoslavo, dominado por los serbios.
Enfrentados
en una guerra abierta, Serbia y Croacia recrudecieron los odios
étnico-religiosos y fomentaron expresiones de violencia desbordada: violaciones
a los derechos humanos, tortura, masacre de civiles, limpieza étnica,
bombardeos indiscriminados, campos de concentración. La prensa occidental
atribuyó a los serbios mayor brutalidad, aunque los excesos fueron ejecutados
por ambos bandos
El nuevo
enemigo del imperio estadounidense
El poder
hegemónico de Estados Unidos fue incuestionable durante la última década del
siglo xx. Su posición estuvo favorecida por el boom especulativo de su
economía, entre 1995 y 1999; sin embargo, inició el siglo XXI con un periodo de
recesión, y las compañías norteamericanas empezaron a ser desplazadas por sus
contrapartes europeas. Durante los primeros años del siglo XXI, la presencia
militar de Estados Unidos en el Medio Oriente no se había traducido en un
control absoluto de la producción petrolera; en Latinoamérica, varios países
cuestionaban el predominio de los intereses norteamericanos sobre la región y
sus intentos por crear un mercado continental o Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA).
El
nuevo enemigo del imperio estadounidense, el terrorismo islamista, tenía en
Al-Qaeda su máximo exponente. La organización, además, estaba perfectamente
adaptada a la era de la globalización; tenía ramificaciones multinacionales,
tanto en naciones árabes, como en países occidentales; contaba con redes
financieras y recursos económicos para su funcionamiento; tenía conexiones
mediáticas para difundir sus comunicados, centros de enseñanza y de formación,
órganos de propaganda y manejaba intensivamente la red informática.
Paradójicamente, Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda, había sido entrenado y
financiado por Estados Unidos durante los años setenta, para conformar brigadas
islamistas que combatieran al ejército soviético en Afganistán; estas mismas
brigadas fueron la base de la nueva organización antiestadounidense.
La invasión a
Irak y los intereses petroleros
La
ofensiva contra el terrorismo no terminó con la ocupación de Afganistán, que
sólo representaba un paso en la estrategia imperialista de Estados Unidos.
Después, se enfocó en los países petroleros de la región, que desde tiempo
atrás significaban un problema para los intereses estadounidenses: Irán e Irak.
Asimismo, se incluyó a Corea del Norte. Estados Unidos los acusaba de ser
gobiernos que protegían y financiaban terroristas y que poseían armas de
destrucción masiva, lo que ponía en peligro la paz mundial.
(Ramirez, 2009) Páginas 249- 256.